Una historia de libertad

Erin Gallegos 18 jul 2018

Los fundadores de Avast hablan de los orígenes de la compañía, de su juventud en la Checoslovaquia comunista y del futuro de Avast.

En motivo del trigésimo aniversario de Avast, nos sentamos con sus fundadores, Pavel Baudiš y Eduard (Eda) Kučera, para hablar sobre la historia y el futuro de la compañía. Estos dos hombres se conocieron en un mundo marcado por una profunda ausencia de libertades, y juntos atravesaron unas circunstancias de cambios políticos, sociales y tecnológicos hasta llegar a crear la empresa que conocemos hoy: Avast. Se trata de una empresa que permite a cientos de millones de personas gozar de auténtica libertad en la red. En el transcurso de unas horas, nos contaron cómo se desarrolló el precursor del antivirus Avast, cómo crearon su propia empresa tras la Revolución de Terciopelo —hito que los convirtió en un actor importante en el mercado global de los antivirus— y cómo fueron a por todas con el modelo de negocio freemium, sin el cual hoy no existiría la seguridad gratuita de Avast.

¿Ordenadores o juguetes?

Cuando Pavel y Eda se conocieron en la Checoslovaquia comunista, no existían las «ciencias informáticas» como tal. No obstante, existía el Instituto de Investigación de Máquinas Matemáticas, donde ambos trabajaban en 1988. En colaboración, Eda y Pavel exploraron la incipiente tecnología de los ordenadores y escribieron sistemas operativos para máquinas comunistas, aunque, por aquel entonces, como Eda apuntó, «los "ordenadores" y la "tecnología" eran una ciencia muy... capitalista».

«En aquellos tiempos, era muy difícil conseguir algo de los países occidentales, como tecnologías, porque se había impuesto un embargo sobre estos artículos», explicó Eda. «Recibimos varios ordenadores y nos pidieron que desarrolláramos software y un sistema operativo... No fue una labor sencilla».

El instituto se dedicaba, principalmente, a crear software para ordenadores de gran tamaño, y el público no tenía especial interés en los PC que empezaban a emerger en Occidente. Un día, llegó el ordenador personal Olivetti M24, que era lo bastante pequeño como para caber en un escritorio. Fue el primer PC del instituto y, aunque se trataba de una tecnología innovadora, casi todos los investigadores lo vieron como un juguete.

«Tenían un PC, pero nadie quería usarlo porque era un "juguete". Al final acabó en mi escritorio», afirmó Pavel. «Tuve mucho tiempo de juguetear con él. Aprendí y estudié lo que la máquina era capaz de hacer, así como el lenguaje ensamblador para programarla». Volviendo la vista atrás, era el periodo perfecto de preparación, pero no nos precipitemos.

La base de Avast

En mayo de 1988, un compañero regresó del extranjero con un disquete y se lo entregó a Pavel. Contenía el infame virus Vienna. No era el único virus que existía en ese momento, pero seguía siendo un fenómeno infrecuente, y le ofreció una fantástica oportunidad para vencerlo y estudiarlo; no porque tuviera deseos grandilocuentes de salvar el mundo, sino simplemente porque era interesante, «como un juguete, una herramienta para aprender». A lo largo de los días, Pavel lo desmontó y, fascinado por su capacidad de propagarse, analizó lo que hacía.

Aunque pasaron seis o siete meses hasta que Pavel pudo detectar otro virus, ya había empezado a plantearse escribir un programa que impidiera que los virus infectaran los PC. «Diseñé un programa antivirus general que inspeccionaba la integridad de todo el sistema para ver si algo había cambiado». Contuvimos la respiración. Pavel suele restar importancia a las cosas, pero su siguiente comentario fue pronunciado gravemente y con gran aplomo.

«Y esta fue la base de Avast».

La conclusión, como una respuesta a nuestros pensamientos, flotaba en el aire con el peso de su importancia, pero Pavel rápidamente pasó a otra cosa. Viendo la oportunidad de perfeccionar el programa antivirus que Pavel había elaborado, él y Eda consiguieron otros trabajos en una organización pequeña llamada Zenitcentrum, donde tuvieron acceso a muchos más PC (ordenadores Commodore C64) y un poco más de independencia para concentrarse en su nuevo proyecto. Sin embargo, después de un tiempo, decidieron acometer su nueva empresa más en serio y se asociaron con otros emprendedores para fundar la cooperativa Alwil en noviembre de 1989. La cooperativa era el único tipo de iniciativa empresarial permitida en ese momento, pero permitió a Pavel y Eda empezar a vender su antivirus: el AntiVirus Advanced SeT (cuya sigla es AVAST y que significa «conjunto avanzado de antivirus»), compuesto por numerosas herramientas y que dio nombre a la compañía. (Es una feliz coincidencia que la palabra también signifique «alto» como interjección). La venta de su antivirus y otros programas tuvo un éxito moderado debido, en gran parte, a las organizaciones gubernamentales.

«Luego, claro, con la revolución todo cambió».

Un mundo de espejismos

Decir que todo cambió es, por supuesto, un eufemismo. De niños, los fundadores de nuestra empresa tenían unas ambiciones bastante corrientes: Pavel quería ser de todo, desde basurero hasta astronauta, y Eda soñaba con convertirse en chef. Pero hoy ya no reconoceríamos el mundo en que crecieron. Recordando la Checoslovaquia comunista y tratando de describirla del modo más preciso, Eda admitió con una franqueza brutal que todo era fingir. Los dirigentes prometieron un mundo de igualdad, pero crearon otro en el que las personas tan solo simulaban trabajar y cobrar por ello. No existía libertad real para escoger una profesión, decir lo que se pensaba, tener ambición o experimentar para llegar a ser o hacer lo que uno deseara, y estos dos hombres acusaron profundamente el peso de tales restricciones en sus propias vidas.

Escuchamos atentamente a Eda describir un mundo en el cual la policía secreta recababa información sobre el paradero de las personas y sus creencias y posesiones: prácticamente ningún detalle de la vida privada escapaba al control. «Esto es lo que hace que seamos tan sensibles a las cuestiones de la seguridad y la privacidad», añadió. Inmediatamente, esto nos llevó a evocar el mundo digital actual, donde los usuarios ceden su privacidad a cambio de «me gusta», publicaciones compartidas y comodidad, y muchas veces sin ser conscientes de ello.

Lo importante es que hoy, en cambio, tenemos elección: la razón de ser de Avast es brindar a las personas esta libertad. Sin embargo, antes de la Revolución de Terciopelo, un futuro así parecía inalcanzable. Incluso en noviembre de 1989, cuando el Muro de Berlín ya había caído, Polonia y Hungría habían conseguido liberarse de sus líderes comunistas y la URSS comenzaba a desmembrarse, pocos checoslovacos imaginaban que su realidad cambiaría igual de rápido. Aun así, Eda y Pavel se encontraban entre los miles que agitaban llaves en señal de protesta yendo sistemáticamente a la plaza de Wenceslao para participar en las multitudinarias manifestaciones.

Y, un día, casi de forma tan repentina como empezó, todo acabó. A finales de 1989, el comunismo perdió el control que había ejercido sobre el país. Mientras los ciudadanos celebraban la libertad recobrada y el país empezaba a reorganizarse para una nueva etapa, Pavel y Eda aprovechaban las oportunidades que se presentaban para Alwil. Eda recordó realizar los primeros cálculos: «Intenté recopilar información sobre cuántas licencias podríamos vender, el precio unitario y cómo podíamos ganar dinero, resté el alquiler del espacio de oficina y las instalaciones, y el resultado fueron unas cifras muy grandes. Podría decirse que esta fue la primera versión de nuestro plan de negocio».

Pero las grandes cifras no eran lo único que les impulsaba a dirigir su propio negocio. Sus anhelos resultan conmovedores por lo humanos que eran. «Hacer lo que nos gustaba cuando queríamos. Eso era lo más importante». Se separaron del resto de los integrantes de la cooperativa Alwil para centrarse exclusivamente en el software antivirus. En la primavera de 1991, fundaron Alwil Trade y Alwil Software s.r.o., cuyo objeto era distribuir y crear su producto nada menos que en disquetes.

Hagamos un trato

A mediados de la década de los 90, el mercado de los antivirus ya estaba abarrotado de productos de Alwil, Grisoft —el fabricante de AVG, establecido en Brno en 1991— y ESET, una empresa eslovaca que también realizaba actividades comerciales en la República Checa. En esos tiempos, casi todos los países contaban con un solo proveedor local de antivirus, pero, a pesar de la feroz competencia, Alwil prosperaba. En 1995, Ondrej Vlcek, que es el actual director de tecnología y vicepresidente ejecutivo del área de consumidores, entró en la empresa y colaboró en el desarrollo del primer antivirus de Alwil para Windows 95. Alrededor de 1994, Alwil había empezado a mandar el antivirus Avast para probarlo cada seis meses, algo que hacían todos los fabricantes conocidos.

«Alwil fue la primera compañía en recibir la calificación 100/100/100 por todo en una prueba de Virus Bulletin», apuntó Eda con orgullo. Eso sucedió a mediados de 1996, y la hazaña no pasó inadvertida. Poco después, uno de los actores más importantes del mercado de antivirus estadounidense nos llamó.

«En diciembre de 1996, nos llamaron de McAfee».

Eda describió las primeras propuestas con desconcierto. En aquella época, McAfee era la compañía más importante en materia de ciberseguridad. Habían logrado consolidar una fuerte presencia tras la histeria pública provocada por el virus Michelangelo. Ostentaban una posición competitiva en el mercado de antivirus para consumidores de Estados Unidos y además eran la principal fuente de abastecimiento de soluciones de ciberseguridad para el ejército estadounidense. Tenían todo a su favor, pero había un pequeño inconveniente: en ese momento, su antivirus era débil.

Así que, como nos relató Eda, preguntaron «si podrían hacernos una visita. Y aceptamos. "¿Por qué no?"... Comprendimos que acariciaban la idea de adquirir nuestra empresa». Por entonces, Alwil no contaba con un modelo freemium ni con un plan amplio de distribución internacional. El mercado era local y se limitaba, sobre todo, a «vender el producto a sociedades, entidades públicas y negocios locales».

La corazonada de que McAfee quería comprar la compañía fue acertada, pero la oferta resultó decepcionante. Alwil, que no quería abandonar su negocio ni su libertad, y presintiendo una oportunidad en otra dirección, propuso otro trato. Eda lo rememora: «Sugerimos que Avast concediera a McAfee su motor bajo licencia. Al principio la rechazaron de plano... pero dos semanas más tarde decidieron aceptar nuestra oferta».

Desde 1997, el motor de Avast comenzó a sustentar el antivirus de McAfee. Al final, McAfee adquirió otra empresa para poder crear su propio antivirus internamente, pero la colaboración reportó a Alwil dos importantes beneficios: estabilidad financiera y una mayor conciencia de lo que se podría lograr si explotaran el mercado internacional.

Si se regala algo, ¿habrá alguien que pague por ello?

De mediados a finales de la década de los 90, la competencia en el mercado de los antivirus crecía constantemente mientras los virus proliferaban. Los virus de macro causaban estragos en los sistemas Windows y, con el aumento de la complejidad de la tecnología, su protección también se complicaba. Grandes actores del mercado estadounidense, como Symantec, llegaban a países pequeños, como la República Checa, e intentaban dominar el mercado.

«Al principio, después del 2000, parecía que iba a ser difícil continuar porque las ventas en la República Checa habían descendido y el coste de desarrollo estaba en aumento», explica Eda. Recordando la situación de Alwil cuando se aproximaba el efecto 2000, sacude la cabeza: «Teníamos algo de dinero por lo de McAfee, pero estuvimos en números rojos durante dos o tres años; estábamos en bancarrota absoluta». El recuerdo hizo sonreír a Pavel. «Necesitábamos hacer algo drástico para seguir en marcha con el negocio». Por suerte, no les asustaba correr riesgos. Y eso fue lo que hicieron.

En 2001, Eda y Pavel decidieron que todas las versiones de su protección antivirus básica serían gratuitas «con la esperanza de que alguien decidiera pagarnos». Este cambio en el modelo de negocio entrañaba un riesgo considerable, pero se trataba de algo que ya había sido probado con anterioridad. En 2000, AVG empezó a ofrecer una versión gratuita de la protección básica, pero solo en inglés y únicamente para los mercados de Estados Unidos y Reino Unido. Les fue bastante bien en estos países, pero, en otras zonas, la gente estaba, en palabras de Eda, enfadada por tener que seguir pagando. Habiendo aprendido la lección y corriendo un inmenso riesgo, tomaron la decisión de distribuir sus productos a nivel global sin ningún dinero en la cuenta, como Eda recuerda. Luego esperaron y siguieron esperando.

«Abrimos nuestra primera tienda electrónica y tardó un tiempo en arrancar», evoca Pavel. «Nueve días después, aún no habíamos vendido nada. Nos pusimos bastante nerviosos». Afortunadamente, el día 10, el de la primera venta, se produjo un punto de inflexión. Pronto hubo más ventas. No obstante, todavía faltaba un poco para que su audaz decisión diera resultados. «Tardamos 30 meses en llegar al millón de usuarios», señaló Pavel vacilante, pero luego se animó. «Dos años más tarde, ya eran más de 20 millones de usuarios». Y tan solo un año después de eso, en un periodo de crecimiento exponencial, la base de usuarios se duplicó hasta los 40 millones, cuando Avast solo contaba todavía con 38 empleados (el volumen de trabajo era considerable). Este incremento del crecimiento continuó y sobrepasó todas nuestras expectativas.

Más relevante que nunca

Sin duda alguna, la transición al modelo freemium no solo salvó el negocio, sino que contribuyó a remodelar el sector y aún hoy sigue dando forma a todas las experiencias digitales. Porque nuestro deber es defender el mundo de los peligros que acechan en Internet. Peligros que no dejan de crecer por la labor de hackers que crean comunidades en la red oscura y la evolución de las tecnologías, con lo que la gente de a pie queda desprotegida e ignorante de la información que comparte y quién la ve. Dado que la tecnología avanza a un ritmo vertiginoso, los delincuentes y las entidades que ejercen sus operaciones legalmente encuentran cada vez más oportunidades de menoscabar la libertad que otrora constituyó la piedra angular de un Internet abierto.

Esto significa que tanto Avast como los usuarios de todo el mundo tienen una responsabilidad creciente de impedir que eso ocurra. Pero ¿todo el mundo entiende esto igual que nosotros, que estamos en la burbuja del sector de la seguridad? Desafortunadamente, no. Y quizás otras personas no puedan verlo con tanta claridad como Eda y Pavel, que han vivido en un mundo donde estos valores no existían. Tal vez la única diferencia entre antes y ahora sea la visibilidad de los efectos de los delitos y las intrusiones en nuestra privacidad. No consideramos las cookies de seguimiento, las cómodas aplicaciones o las redes wi-fi abiertas tan amenazantes como la policía secreta.

«¡Parece que a la gente le da igual!», proclamó con exasperación Eduard como colofón a un apasionado análisis de la lenta decadencia de la privacidad, una opinión que comparte con Edward Snowden, quien declaró lo siguiente: «Decir que la privacidad te da igual porque no tienes nada que ocultar es como decir que te da igual la libertad de expresión porque no tienes nada que decir».

La cuestión de la privacidad y, por extensión, la de la libertad, pareció tener una gran influencia sobre los fundadores, y con razón. Parece que no pasa un día sin que se patente una nueva tecnología o se promulgue una ley que pueda poner en riesgo nuestras libertades. Como Pavel aseveró poco después de la intervención de Eda: «La privacidad es el aspecto más importante de la libertad. Aun así, parece que cada día se diluye un poco más».

¿Y ahora qué?

Nuestra misión es crear un mundo que ofrezca seguridad y respete la intimidad de todos, sin importar quién, dónde o cómo se conecte. Y, aunque las tácticas que usamos para combatir los delitos y evitar las miradas indiscretas puedan ser distintas a las de hace 30 años, los principios básicos de aquello por lo que luchamos siguen siendo los mismos: proteger nuestra libertad y la de todas las personas que tengan una parte de su vida en la red.

Llevamos haciéndolo treinta años. Y, al igual que los fundadores de Avast, sabemos que nuestro éxito no significa que podamos ponernos cómodos y relajarnos. De hecho, ahora más que nunca debemos estar alerta y hacer todo lo posible por estar un paso por delante de los malhechores y jamás caer en la autocomplacencia respecto a las cosas que de verdad importan: la seguridad, la familia y la libertad.

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